“Uno
miente toda la vida”, escribe Proust, “especialmente a quienes nos aman, y
sobre todo a ese extraño cuyo desprecio más nos dolería: uno mismo.” (…) La
única búsqueda fecunda es excavatoria, una inmersión, una contracción del
espíritu, un descenso. El artista es activo, pero su actividad es negativa, la
nulidad de los fenómenos extracircunferenciales lo repugna, busca el centro del
remolino. “El hombre”, escribe Proust, “no es un edificio en cuya superficie se
pueda construir ampliaciones, sino un árbol cuyo tronco y follaje expresan la
salvia interna.” Estamos solos. No podemos conocer ni ser conocidos. “El hombre
es la criatura que no puede salir de sí misma, que conoce a los demás sólo en sí
misma, y que si afirma lo contrario, miente”
Samuel
Beckett
El
lenguaje ha supuesto inequívocamente que la memoria no sea un instrumento para
explorar el pasado, sino su escenario. Es el medio de lo vivido, como la tierra
es el medio en el que las ciudades muertas yacen sepultadas. Quien se trate de
acercar a su propio pasado sepultado, debe comportarse como un hombre que cava.
Eso determina el tono, la actitud de los auténticos recuerdos. Éstos no deben
tener miedo a volver una y otra vez sobre uno y el mismo estado de cosas;
esparcirlos como se esparce la tierra, levantarlos como se levanta la tierra al
cavar. Pues los estados de cosas son sólo almacenamiento, capas, que sólo
después de la más cuidadosa exploración entregan lo que son los auténticos
valores que se esconden en el interior de la tierra: las imágenes que,
desprendidas de todo contexto anterior, están situadas como objetos de valor –
como escombros o torsos en la galería del coleccionista- en los aposentos de
nuestra posterior clarividencia. Y no cabe duda que para emprender excavaciones
con éxito se requiere un plan. Pero igual de imprescindible es la prospección
cuidadosa de tanteo en la oscura tierra, y aquel que guarde en su escrito
únicamente el inventario de los hallazgos sin incluir esta oscura suerte del
propio lugar exacto donde los ha encontrado, ése se está privando a sí mismo de
lo mejor. La búsqueda desafortunada forma parte de ello tanto como la afortunada,
de ahí que el recuerdo no deba avanzar de un modo narrativo, ni menos aún
informativo, sino ensayar épica y rapsódicamente, en el sentido estricto de la
palabra, su prospección de tanteo en lugares siempre nuevos, indagando en los
antiguos mediante capas cada vez más profundas.
Walter
Benjamin
T.S. Eliot